lunes, 27 de junio de 2011

Día 9.- Surfeando el verano




Nadie me sabe, ni conoce bien, de cierto. Ni yo misma.
Y también es verdad que poca gente lograra hacerlo.
-y hay a quien de partida no le interesa.

Lo desconocido en mi me obliga a tirar cada vez más hacia lugares que me atraen, pero que no me aten,
voy y ya no vengo, vengo y solo pasaba por ahí... cuando ya me dirijo a otro sitio.

Soy patinando de una manera muy parecida en la que circulo por la vida.

Soy tranquila pero voy veloz, soy calmada pero aquella calma que burbujea contiene un sin fin de ideas en forma de brea, de color del magma. Parezco transparente y la mayoría del tiempo lo soy, vivo transparentandome por los lugares, por las personas, por los amigos, por las calles, con los desconocidos.

Me entrego segura y me voy decidida, de donde aun no he decidido quedarme.

Ruedo por las calles, me encanta esa relación, no-relación que se forma con el otro cuando pasas a su lado e interactua contigo, son solo segundos, no lo conoces ni el a ti. Solo hubo una mirada que hizo que yo en mi rodar existiera para el otro, el/ella sonrió y me grito algo, yo le saludo o le sonrío, o dependiendo del humor le devuelvo el grito, una interacción casi perfecta. El/ella no me pide nada, yo no le doy nada tampoco, no hay trueque no hay truco, solo hay coincidencia, un momento unos segundos donde nos miramos reconociendonos.

Soy hiperkinetica, me relaciono en el movimiento, mi atención mientras tanto patina conmigo y se riega por todo el sitio. Voy por ahí, relacionandome con lo que toco, con la misma calle, con cada cambio de luz y temperatura, con cada corriente de aire. Me gusta, me encanta, ese viento que me envuelve y me devuelve a casa; no a la casa en la cual me sentía asfixiada, sino a la casa abierta, a la casa libre que va conmigo a donde voy, a aquella casa que me permite circular, hacer o dejar de hacer si lo decido.

Mi casa como la ciudad, el viento, la acera que me da paso. La ciudad monstruo, las ciudades invisibles, la ciudad del recuerdo, la ciudad del olvido, la pantomima de circuitos, de espectadores recorriendolos enteros solo para volverlos a empezar.

Saberme en movimiento me pone en perspectiva, me permite continuar. Me extrae de la alienación.



Si tomo un descanso hablo poco, escucho mucho y trato de acallar la cabeza que da señales en todas direcciones, de alguna forma ella no se detiene... Sigue patinando y no deseo alcanzarla, así que me da por mirar, te miro y te toco. Me gusta tocar, me conecta con el mundo, me devuelve a donde mi cuerpo decidió detenerse. Y traigo a mi mente de vuelta y me vuelvo conciencia.

Cuando no estas, solo saltamos esas partes y escogemos otras, la cuestión cambia, la rutina se descrea. Tanto que no me conoces, es aun más fácil. No hay algo que sepas que haré, ni algo que sepas por hecho.
De hecho predecirme aun en condiciones normales suele ser duro, ya que digo poco, pero pienso demasiado y de alguna extraña forma consigo siempre hacer solo lo que ya me he consensuado.

Soy libre y en moviento...